miércoles, 18 de septiembre de 2013

Inés Durán García Herreros, descendiente directo de Jorge Miguel Lozano de Peralta y Caicedo (Primer Marqués de San Jorge)









Fuente: 1. Restrepo Sáenz José María-Rivas Rainmundo "Genealogías de Santafé de Bogotá" 2. GeneaNet en español 3. Folio de bautizo de Inés Durán García Herreros, junio 30 de 1921.

martes, 17 de septiembre de 2013

Pinturas Colección de arte Banco de la República de MARÍA TADEA ALVAREZ LOZANO y JUAN MARÍA PARDO Y PARDO del pintor Luís García Hevia (1837).

Marí­a Tadea Álvarez Lozano de Pardo 1837 Pintura, Oleo sobre lienzo 76.5 x 64.5 cm registro 123142 






Juan María Pardo y Pardo 1837 Pintura, Oleo sobre lienzo 78 x 63.5 cm registro 123143













María Tadea Alvarez Lozano y Juan María Pardo y Pardo eran tatarabuelos maternos de Inés Durán García Herreros (mi abuela materna). María Tadea era nieta de los primeros Marqueses de San Jorge, Don Jorge Miguel Lozano de Peralta y Caicedo y Doña Ma. Tadea Gonzalez Manrique del Frago, hija de Don Manuel de Bernardo Alvarez del Casal (Presidente de Cindinamarca) y María Josefa Lozano de Peralta y Gonzalez Manrique y prima hermana de Don Antonio Nariño Alvarez. Por otra parte don Juan María Pardo Y Pardo fué médico del Colegio el Rosario, único Galeno firmante del Acta de Independencia. (Ver genealogía Inés Durán García Herreros)

Historia de algunos de mis ancestros. Dr. ANDRES MARÍA PARDO ALVAREZ y MANUEL DE BERNARDO ALVAREZ DEL CASAL. (Bisabuelo y Trastatarabuelo de INÉS DURÁN GARCÍA HERREROS).

DR. ANDRES MARIA PARDO Y ALVAREZ, (APOSTOL DE LA MEDICINA) -Dr. ALVARO LOPEZ PARDO -Académico de número.

 El 20 de julio de 1879 fue una fecha nefasta para las fiestas nacionales. Ese día dejó de existir el entonces Rector de la Facultad de Medicina, Dr. ANDRES MARIA PARDO Y ALVAREZ, en su casa de habitación, que actualmente se conoce, reformada, con el nombre de Palacio de Nariño o de la Carrera (1).

El Dr. Pardo, considerado por el historiador y médico Pedro María Ibáñez, (2) como uno de los más ilustres galenos que ha tenido el país, nació el 2 de febrero de 1814. En su linajudo hogar se respiraba, al mismo tiempo, el amor por la medicina y el amor por la libertad.

Era descendiente de muy ilustres personajes. Su padre fue el Dr. Juan Maria Pardo y Pardo, médico del Colegio del Rosario, único galeno firmante del Acta de la Independencia. Su abuelo paterno, Don Manuel Pardo, también firmó dicha acta y fue encargado de llevar prisionero al Virrey Amar a Cartagena (3). La linea materna de doña Maria Tadea Alvarez Lozano lo vinculaba con Don Manuel Bernardo Alvarez, presidente de Cundinamarca, y firmante de la Independencia; con Don Jorge Miguel Lozano Peralta y Varaes, Maldonado de Mendoza, y Olaya Primer Marqués de San Jorge. A su vez, descendiente de don Anton de Olaya, Alférez Mayor de los ejércitos de Gonzalo Jiménez de Quezada, y a Don Fernando Maldonado de Mendoza, Gran Almirante de Castilla (4).

Nació el Dr. Pardo en los primeros años de la Patria Boba, cuando ya los españoles se preocupaban por organizar una expedición para recuperar sus antiguas colonias. En efecto, La Junta de Generales a propuesta del Héroe de Bailén, General Castaños, decidió comisionar a Morillo para dirigirla.

Entró este a Santa Fé, de incógnito, el 26 de mayo de 1816 y el 30 de dicho mes, firmó un indulto, que no tenía un contenido real y comenzó la persecusión de los patriotas.

Cuando sólo contaba el Dr. Pardo con 2 años, su familia sufrió el peso de la bota española. EI 4 de septiembre de ese año fue fusilado su tio Jorge Tadeo Lozano, el 10 del mismo mes cayó su abuelo Manuel Bernardo Alvarez. Su padre fue cargado de cadenas y enviado a los Llanos del Casanare, y su abuelo paterno fue puesto preso en Cartagena. Los bienes confiscados y la familia desamparada.

En 1819, cuando había cumplido cinco años, vino la Batalla de Boyacá, que selló la Independencia y con ella la posibilidad de reunirse con su padre, quien fue liberado por el Héroe Llanero Nonato Pérez (5), para recibir, junto con otros médicos ilustres, como Quijano, Merizalde, Lasso de la Vega e Ibáñez, pruebas de aprecio por parte de Bolívar y Santander.

El estudio fue una de las grandes pasiones del Dr. Pardo. A los 20 años se graduó de bachiller en jurisprudencia en la Universidad Central y tres años más tarde ingresó a la Facultad de Medicina, de la cual su padre fue el primer Rector. Allí obtuvo el título de médico en 1839. Durante sus estudios había desempeñado los cargos de Oficial del Senado de la República, y el General Santander, reconociendo sus méritos, le nombró Oficial Mayor de dicho Cuerpo Legislativo, cuando sólo tenía 25 años.

A los pocos meses de haberse graduado, fue nombrado catedrático del Colegio del Rosario y en 1840 fue llamado por el gobierno a dictar las Cátedras de Anatomía y Cirugía en la Universidad Central, y a desempeñar el cargo de médico del Hospital Militar, al cual hubo de renunciar para atender su creciente clientela privada.

Cuando se hizo cargo de la Cátedra de Fisiología, organizó un programa de estudios, que introducía por primera vez, en forma oficial, lecciones sobre Psicología para estudiantes de Medicina (6). Según Ibáñez (7) correspondió a Vargas Reyes y a Pardo practicar por primera vez en Bogotá, la resección del maxilar superior y la trepanación respectiva.

En este periodo la producción científica del Dr. Pardo fue muy amplia, publicó estudios sobre Anatomía, y algunos sobre Botánica. Con el Dr. Benito Osorio publicó un "Tratamiento de las Ulceras". También le fueron encomendadas numerosas actividades relacionadas con la salud pública, que desempeñó con gran eficacia. Formó parte de las comisiones que creó el gobierno para luchar contra la Epidemia de Viruela que azotó al país en los años de 1840 y 1941, así como de la que preparó las medidas sanitarias tendientes a evitar que nos llegara la epidemia de cólera que se presentaba en Venezuela.

Fue tesorero de la Facultad Central de Medicina, Rector de la Universidad del Primer Distrito, Catedrático del Colegio de San Bartolomé y del Colegio Nacional; Rector, dos veces, del Colegio del Rosario y Representante a la Cámara de Bogotá.

Quizás, de todas las actividades desarrolladas por el Dr. Andrés María Pardo, las que más valdría la pena de destacar, son las inspiradas por su amor a la enseñanza de la Medicina y su valerosa defensa de la misma en medio de un país convulsionado por revoluciones y saturado de politiquería.

En 1850, se expidió la ley 15 por medio de la cual se permitía ejercer la Medicina y otras profesiones, a excepción de la Farmacia (8) a cualquier persona (7), lo cual hacía inútil la existencia de Facultades de Medicina y bajaba, obviamente, el nivel de la profesión. Ante este absurdo, decidieron, junto con el Dr. Félix Merizalde y el Dr. Antonio Vargas Reyes, mantener sus cátedras en San Bartolomé y el Rosario, las que hubieron de suspender, transitoriamente, varias veces, por las revoluciones de 1851 y 1854.

Hacia 1859, la estabilidad de la enseñanza de la Medicina volvió a ser amenazada y el Dr. Pardo hizo una valiente publicación en su defensa. Pero al año siguiente, la situación se volvió insostenible y, viendo que no podían utilizar las universidades y colegios, los Doctores Pardo, Vargas Reyes y Rivas decidieron dar lecciones en sus propias casas; ejemplo que fue seguido por otros catedráticos, como Zerda, Alvarez, Rocha y Jorge Vargas. Esto nos demuestra el espíritu de sacrificio y la mística de estos apóstoles de la Medicina Nacional, que, frente a las dificultades políticas ya la incomprensión de algunas autoridades, dieron todo lo que podían, sin importarles su propia tranquilidad y su propio peculio. Hasta 1864 éstas fueron las únicas cátedras médicas, y gracias a ellas se graduaron 6S galenos.

En ese año, el Dr. Vargas Reyes invitó a sus colegas a que formaran una nueva facultad, en la cual se inscribieron 39 estudiantes, entre los cuales figuró Enrique Pardo de la Roche, hijo del Dr. Andrés María.

El 22 de septiembre de 1867, se dictó la ley creando la Universidad Nacional, con su Facultad de Medicina, dirigida por el Dr. Vargas Reyes. A ella se incorporó el Dr. Pardo, luego de un viaje a Europa, donde se vinculó a numerosos científicqs de Francia, Inglaterra, España e Italia. Le fue encargada la Cátedra de Histología, que fue dictada por primera vez en nuestro medio.

Nuevas responsabilidades fueron encargadas al Dr. Pardo. Fue miembro de la Inspección de Gobierno de la Universidad, Miembro de la Asamblea Legislativa del Estado Soberano de Cundinamarca, Miembro de laJunta de Lazaretos, Rector de la Facultad de Medicina y de la Escuela de Ciencias Naturales. Aquileo Parra lo encargó, junto con otros galenos, de organizar la sanidad Militar en el campamento de occidente.

En 1872 se vinculó a la creación de la Academia de Ciencias Naturales, a la cual, el presidente Eustorgio Salgar le dio caracter oficial en 1873. Esta fue la base de nuestra actual Academia de Medicina. La segunda que existió en el país, pues la primera, que duró muy poco tiempo, fue fundada paradógicamente, por alguien que causó muchos dolores al país; fue Sámano quien obligó, en el año de 1817, a los médicos que en ese momento ejercían en la Capital, a reunirse todos los jueves, a presentar y discutir trabajos científicos.

Casó el Dr. Pardo en primeras nupcias con Doña María Dolores de la Roche, descendiente de noble familia francesa, con la cual tuvo 9 hijos. Luego contrajo matrimonio con Doña Rafaela Cordovez Moure, familiar del ilustre historiador, con la cual tuvo 7 hijos. Entre sus descendientes muchos han seguido la tradición, abrazando la carrera de Medicina.

Dice el Dr. Ibáñez en su reseña histórica, hablando del Dr. Pardo, "Su elevado carácter, su vasta ilustración médica, su habilidad como cirujano, le señalan distinguido puesto entre sus comprofesores. Sus raras condiciones de catedrático, pues a la vez era amigo y superior de sus discípulos; su entusiasmo por el desenvolvimiento y propagación de las Ciencias Médicas, su palabra fácil y la habilidad con que mezclaba las severas palabras de la ciencia con ingeniosas anécdotas; -le grangearon siempre, y con justicia, el cariño y el respeto de sus numerosos discípulos" (9).

Tenía también un genio fuerte y no perdonaba muchas faltas de sus alumnos. Su clase, que dictaba bien en el anfiteatro o en la sala de su casa, con las ventanas abiertas a la calle, se convertían muchas veces, en espectáculo para los transeúntes que admiraban su dicción y sus ademanes.

La vida del Dr. Andrés María Pardo y Alvarez es un claro ejemplo de la lucha que ha representado siempre el ejercicio de la Medicina, que no fue fácil en su época, ni lo es ahora.

Se ha necesitado siempre una profunda convicción de 1o que significa la labor en bien de la humanidad, un gran espíritu de sacrificio, y una decisión de mantener en alto la dignidad de su profesión, aún frente a los politicastros, que tratan de hacer demagogia con ella, a costa de los médicos.

Afortunadamente siempre ha contado la profesión con varones ilustres que han sabido responder a esas exigencias y han mantenido en alto el nombre de la medicina nacional.


BIBLIOGRAFIA CONSULTADA 1. CORDOVEZ MOURE, J.M. S. SCARPETA L. y VERGARA S. "Reminiscencias de Santa Fé y Bogotá Tomo 11 - Ed. Sol y Luna 1966. "Diccionario Biográfico de los campos de la libertad" Citado por Rosselli Humberto en "Los estudios de Medicina en Santa Fé de Bogotá" "Medicina" número 2, 1979 (pág. 66) Bogotá. 2. IBAÑEZ, PEDRO M. "Memoria para la Historia de la Medicina en Santa Fé de Bogotá" - Revista de la Facultad de Medicina Universidad Nacional - Vol. 3S N° 2-3 Y4. Dic. de 1967. 6. ARDILA RUBEN "La Psicología en Colombia", "Desarrollo histórico" E. Trillas México 1973. 3. RESTREPO J.M. 7. IBAÑEZ, op c't. "Notas para la publicación del II tomo de la Genealogía de Santa Fé de Bogotá". (Inédito). 8. BERNETH YCORDOV A, R. 4. RIVAS RAIMUNDO "Los médicos de la independencia" "Mundo Médico" Vol IX- N° 1 - Enero a Marzo 1962 Bogotá. "Los Fundadores de Santa Fé de Bogotá". 9. CORDOVEZ MOURE, J.M; op c't. 29


 ALVAREZ DEL CASAL, MANUEL DE BERNARDO. Ficha Bibliográfica -Título: Alvarez del Casal, Manuel de Bernardo -Autor: Rueda Enciso, José -Colección: Política -Parte de: Biografías Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores -Temas: Colombia -- Biografía; Colombia -- Biografía -- Político -Tipo de documento: Texto -Derechos: Derechos reservados -Fuente de catalogación : CO-BoBLA.

Abogado y político criollo nacido en Santafé de Bogotá, el 21 de mayo de 1743, muerto allí mismo, el 10 de septiembre de 1816. Manuel de Bernardo Alvarez del Casal ocupó la presidencia del Estado de Cundinamarca entre el 13 de agosto de 1813 y el 12 de diciembre de 1814, cuando Simón Bolívar, a nombre del Congreso, se tomó Santafé de Bogotá. Perteneció a la elite criolla, descendiente de una nueva clase burocrática que llegó al Virreinato de la Nueva Granada en la primera mitad del siglo XVIII y que por alianzas de familia y un efectivo poder económico, consolidado muchas veces por matrimonios de conveniencia, adquirió gran jerarquía dentro de la sociedad neogranadina de la época. La familia Alvarez del Casal, compuesta por el padre, Bernardo Alvarez, abogado del Consejo Real de Castilla, la madre, Josefa del Casal y Freiría, y cuatro hijos: Joaquina, Petronila, Catalina y Manuel de Bernardo, llegó a Santafé de Bogotá en 1736, cuando su padre había sido nombrado fiscal de la Real Audiencia. Las hijas se casaron con vástagos de distintas familias de abolengo: Joaquina contrajo nupcias con Manuel García Olano, administrador de correos que durante la revolución de los Comuneros sirvió como oficial de enlace entre los insurrectos y la oligarquía santafereña; Petronila se casó con Jerónimo de Mendoza y Hurtado, subjefe de la administración de correos, también involucrado en el movimiento comunero; y Catalina se desposó con Vicente Nariño y Vásquez, quien ejerció los cargos de contador oficial de las Cajas de Santafé, contador mayor del Tribunal de Cuentas y director de la primera fábrica de pólvora establecida en Santafé de Bogotá; de esta unión nació el Precursor de la Independencia, Antonio Nariño y Alvarez del Casal. Por su parte, Manuel de Bernardo, luego de estudiar, entre 1762 y 1768, jurisprudencia y humanidades en el Colegio de San Bartolomé, y de obtener los títulos de Doctor en Teología y Humanidades, con los cuales logró ser catedrático de derecho civil y eclesiástico y recibirse como abogado de la Audiencia en 1768, se casó, en 1778, con Josefa Lozano de Peralta, cuarta hija del primer marqués de San Jorge. Con esta unión, Alvarez del Casal emparentó no sólo con una de las familias más acaudaladas del Virreinato, sino también con los Lagos, Portocarrero, Galavís, Vergara y Caicedo, Ugarte, y Ricaurte, familias de los esposos de las otras seis hijas del encopetado marqués. Del matrimonio Alvarez del Casal-Lozano de Peralta nacieron ocho hijos. Desde que se doctoró, en 1768, hasta el 20 de julio de 1810, Alvarez del Casal estuvo al servicio de la administración española: primero como contador-ordenador del Tribunal de Cuentas de Santafé de Bogotá, luego, con el mismo cargo, en la Real Casa de Moneda de Popayán, y finalmente, meses antes del inicio de la revolución, como contador mayor del Tribunal de Santafé de Bogotá.

Desde 1789 perteneció, al igual que la mayoría de sus familiares políticos, al Cabildo de la entonces capital del Virreinato. Pero, si bien Manuel de Bernardo Alvarez ocupó altos cargos en las contadurías de Hacienda, es cierto que despreció y odió como el que más a los "chapetones". En tal actitud posiblemente influyeron mucho los problemas que enfrentó su suegro, don Jorge Miguel Lozano, detenido el 11 de agosto de 1793 y recluido posteriormente en Cartagena, donde murió. También, los conflictos que afrontó su sobrino, el Precursor Nariño. Estos resentimientos se refinaron mucho más con la activa participación en las tertulias de la época y las discusiones sobre candentes temas que, finalmente, llevaron a la toma de conciencia de los criollos respecto a su situación frente a la metrópoli. En el momento del Grito de Independencia, Alvarez del Casal era miembro del Cabildo, y en calidad de tal firmó el acta que declaró la Independencia. Participó, entonces, junto con José Miguel Pey, Juan Bautista Pey, José Acevedo y Gómez, el canónigo Andrés Rosillo, Camilo Torres, Tomás Tenorio y Carvajal, Antonio Baraya, Antonio y Francisco Morales, José Santamaría, Joaquín Camacho, Luis Caicedo y Flórez, José Ortega y Mesa, Frutos Joaquín Gutiérrez, Pedro Groot y otros, en el cabildo abierto que solicitaron los insurrectos, y pasó a formar parte de la Junta Suprema de Gobierno, presidida por José Miguel Pey, que el 26 de julio suscribió el documento que desconoció el Consejo de Regencia de España. La Junta de Gobierno se dividió en siete secciones: Gobierno y Diplomacia, Negocios Eclesiásticos, Gracia y Justicia, Guerra, Hacienda, Policía y Comercio. Alvarez del Casal, dada su amplia experiencia en materia de contaduría pública, fue nombrado en la de Hacienda, de la que hicieron parte también Pedro Groot, José París y Luis Azuola y Lozano (pariente político de Alvarez). Además, fue colaborador del periódico oficial Aviso al Público, que se comenzó a editar a partir de septiembre de 1810. Desde esta posición, Alvarez del Casal ejerció gran presión sobre la Junta de Gobierno para que se ordenara la liberación de Antonio Nariño, que se hallaba preso en Cartagena; tal pedido encontró muchas voces en contra, pero ante los esfuerzos y ruegos al fin el Precursor llegó a Santafé el 8 de diciembre de 1810.

En general, puede decirse que esta Junta de Gobierno, conformada por primos, tíos y familiares, todos relacionados con el marquesado de San Jorge, se aprovechó de la buena fe del pueblo y manipuló la situación de acuerdo a sus propios intereses. Quizás una de las mayores dificultades que tuvo que afrontar la ]unta de Gobierno fue la negativa de las demás provincias en que estaba dividido el Virreinato de la Nueva Granada, a aceptar el control político y administrativo de Santafé de Bogotá. El movimiento de oposición, orquestado desde Tunja, tuvo a Camilo Torres y Tenorio como cerebro y abogó por un gobierno de corte federalista. Se convocó, entonces, el 6 de noviembre de 1810, un "Supremo Congreso", al que asistieron delegados de las seis provincias que apoyaban a Santafé: Andrés Rosillo por el Socorro, Camilo Torres por Pamplona, Ignacio Herrera por Nóvita, León Armero por Mariquita, Manuel Campos por Neiva y Manuel de Bernardo Alvarez, quien, además de ser el representante por Santafé, fue nombrado presidente. E1 Congreso se inauguró el 22 de diciembre y a instancias de Alvarez eligió al Precursor Antonio Nariño como secretario. Las deliberaciones adelantadas allí no aportaron nada al asunto que más interesaba: la organización del nuevo gobierno. Ante el fracaso del Congreso Nacional, se convocó un Colegio constituyente Electoral que creó el Estado de Cundinamarca y nombró como primer presidente a Jorge Tadeo Lozano, quien ejerció el poder entre el 26 de marzo y el 19 de septiembre de 1811. Durante el gobierno de su cuñado, Manuel de Bernardo Alvarez se unió a su sobrino, Antonio Nariño, y juntos defendieron el régimen centralista presidido por Santafé de Bogotá. Desde el periódico La Bagatela, presionaron a Lozano de Peralta para que renunciara a la presidencia, lo que efectivamente sucedió y permitió que el Precursor asumiera primero la presidencia, y luego de un corto receso, la dictadura, que ejerció desde el 11 de septiembre de 1812 hasta agosto de 1813, cuando partió hacia Pasto. Durante el gobierno de su sobrino, Alvarez del Casal cumplió un importante papel de apoyo, pues además de ser miembro del Concejo, actuó como consejero del presidente. Tres hijos de Alvarez del Casal: Manuel María, Mariano Bernardo y María Tadea también fueron sostén importante del Precursor. No obstante, pese a rodearse de los más allegados de su familia, la situación política para Antonio Nariño fue cada vez más difícil. Tunja se consolidó como el fortín antinariñista, y el 4 de octubre de 1812 se citó en Villa de Leiva un Congreso federalista, al cual asistió Alvarez del Casal, acompañado de Luis Azuola, en representación de Cundinamarca. Allí, Alvarez defendió tan ardorosamente los planteamientos centralistas de su sobrino, que los dos delegados fueron reducidos a prisión por orden de sus colegas. Pero las dificultades para Nariño y sus aliados no cesaron con los intentos de golpe democrático de los tunjanos. Dos generales, Joaquín Ricaurte y Antonio Baraya y Ricaurte, miembros de la extensa familia Lozano de Peralta, encargados por el Precursor de detener a los contradictores del centralismo, se convirtieron al federalismo y en alianza con Camilo Torres atacaron Santafé de Bogotá, el 9 de enero de 1813. La embestida fue rechazada y sirvió para calmar, por un tiempo, los ánimos del Congreso de las Provincias Unidas; así mismo, permitió que el 16 de julio de 1813, el Colegio Electoral del que formó parte como presidente Alvarez del Casal, declarara a Cundinamarca territorio con independencia absoluta del gobierno de España y libre de cualquier soberanía distinta de la de Dios y el pueblo. Mientras tanto, en medio de tanta lucha política y armada, generada con frecuencia por viejos pleitos de familia, las tropas españolas comandadas por Juan Sámano aprovecharon para invadir el territorio colombiano por el sur. El Precursor decidió, entonces, encargarse personalmente de la defensa de la soberanía, y en el Congreso Electoral renunció a la dictadura, única forma para sostener el tambaleante gobierno, en favor de su tío, Manuel de Bernardo Alvarez. En 1814, cuando Nariño fue derrotado y apresado en Pasto, los federalistas organizaron una nueva ofensiva para someter a Cundinamarca, esta vez con el apoyo del coronel venezolano Simón Bolívar. Por consejo de sus asesores Ignacio de Herrera y Juan José Diago, AIvarez se negó a entregar pacíficamente el poder al Congreso de las Provincias Unidas, y tampoco aceptó ninguna fórmula de entendimiento con los tunjanos ni con Bolívar. Ante esta situación, Bolívar inició una acción armada contra Santafé, que terminó con la rendición de la ciudad, el 11 de diciembre de 1814, y la entrega del poder por parte de Alvarez, quien solamente pidió garantías para españoles y criollos regentistas. Una vez entregó el poder, Alvarez del Casal no quiso colaborar con ninguno de los nueve gobernantes que lo sucedieron, entre ellos, Camilo Torres y José Fernández Madrid. Se retiró de la vida pública, con una que otra aparición, como cuando apoyó, el 15 de junio de 1815, una propuesta de capitulaciones con los españoles. El 26 de mayo de 1816, el general Pablo Morillo entró en Santafé de Bogotá e instituyó un tribunal para juzgar a todos los criollos que habían participado en la insubordinación. Manuel de Bernardo Alvarez, junto con otros miembros de su familia extensa, fue apresado, juzgado y condenado a muerte. El ajusticiamiento se cumplió el 10 de septiembre de 1816, en el hoy llamado Parque de Santander, en compañía de José M. Arrubla y del escribano Manuel García.


JOSE EDUARDO RUEDA ENCISO

Bibliografía ABELLA, ARTURO. El florero de Llorente. Bogotá, Antares, 1960. IBAÑEZ, PEDRO MARÍA. "Manuel Bernardo Alvarez". Boletín de Historia y Antigüedades (agosto de 1903). MENDOZA VELES, JORGE. Gobernantes de La Nueva Granada. Síntesis biográficas. Bogotá, Minerva, 1951. OTERO MUÑOZ, GUSTAVO. Hombres y ciudades. Bogotá, Ministerio de Educación, 1948. RIVAS, RAIMUNDO.. "Manuel Bernardo Alvarez". Boletín de Historia y Antigüedades (agosto-septiembre 1916).

En busca de sangre azul. Art. 11 octubre de 1993, Revista Semana

REVISTA SEMANA

 En busca de sangre azul.

Tras el Quinto Centenario del Descubrimiento, los colombianos andan, como nunca antes, detrás de sus abolengos.

EL ESNOBISMO POR LOS ancestros siempre ha sido intenso en Colombia, pero ha estado reducido a un círculo pequeño. Un puñado de socios del Jockey Club o del Country Club de Bogota, y varios descendientes de los próceres patrios o de familias aristocráticas concentrados principalmente en Popayán y Cartagena han formado, por tradición, este selecto grupo. Casi todos exhiben escudos, certificados de hidalguía y un profuso árbol genealógico que los hacen emparentar prácticamente con Adán y Eva. Fuera de estas personas, la heráldica y las genealogías habian sido ajenas a los demás colombianos. Pero con la llegada de los 500 años del Descubrimiento de América todo dio un giro radical. En algunos sectores se ha desatado una búsqueda frenética por encontrar sus antepasados. En términos absolutos, las cifras no son impresionantes, pero en términos de aumento porcentual, sí. Mientras antes del 12 de octubre del año anterior eran contadas las personas que se interesaban por los estudios genealógicos, hoy la cifra se ha multiplicado por 10. En Bogotá, donde puede haber una docena de genealogistas respetados, este gremio nunca había tenido tanto trabajo como en el último año. Cada mes uno de estos expertos llega a realizar hasta 100 estudios de abolengos, sin contar con múltiples consultas aisladas. "Hemos tenido que rechazar pedidos porque no damos abasto", dijo a SEMANA el genealogista Manuel Paredes. Un simple estudio del apellido cuesta entre 50 y 80 mil pesos. Si se quiere la historia del linaje escrita en papel fino, forrado con piel legítima, hay que desprenderse de 60 mil más. La otra opción es contentarse con un libro de hojas fotocopiadas que no supera los 30 mil pesos. "Pero aun así -agrega Paredes-, hay personas que están dispuestas a pagar lo que sea con tal de averiguar si sus a pellidos son verdaderamente españoles". El auge es de tal magnitud que inclusive se han reeditado antiguos libros sobre el tema, que ahora se venden como pan caliente. De Genealogías de Santa Fe de Bogotá, escrito originalmente por José María Restrepo y Raimundo Rivas, se está publicando una nueva edición aumentada y corregid. "Hemos llegado al punto de poner avisos en los periódicos para buscar personas que nos ayuden en los estudios, con partidas de sus familiares, y la respuesta ha sido muy positiva", dijo a SEMANA María Franeisca Medina de Rocha, una de las genealogistas integrantes del grupo que ha hecho la investigación para reeditar la obra.

ABOLENGOS Y APELLIDOS
Las razones que inducen a una persona a husmear por las ramas de su árbol genealógico ya no son tan sublimes como sugería en 1930 el historiador Enrique Otero D' Costa, quien consideraba que un ciudadano que tuviera "siquiera un leve sentimiento de propia estimación" debía ser un genealogista en potencia. Sus argumentos reforzaban la creencia de que lo único que bastaba para ser feliz era poseer un buen abolengo y un buen apellido. "La genealogia -afirmaba- es el espejo donde se miran los descendientes, así para procurar la conservación de las virtudes de la estirpe, como también para procurar robustecerlas con nuevos ejemplos". Ahora el origen de la fiebre por las genealogías parece estar bastante lejos de "preservar las virtudes de la estirpe". A juicio de los expertos, los motivos son más irrelevantes: esnobismo o simple y llana curiosidad. Silverio Suárez, uno de los nuevos fanáticos de esta actividad, camentó a SEMANA: "Nunca les había parado bolas a esas cosas. Cuando uno no es de familia distinguida, tiende a pensar que su historia es reciente. Pero al fin y al cabo todo el mundo tiene que descender de alguien que vivió hace 500 años. Lo único que quería saber era de quién descendía yo". En este caso, la búsqueda no fue en vano. Por lo menos, Suárez ya estableció que está lejanamente emparentado con el fundador de Tunja, Gonzalo Suárez Rendón. Otros han sido más afortunados. Una familia del municipio de Choachi (Cundinamarca) está a punto de comprobar que es pariente del rey de España, Juan Carlos de Borbón. "AI parecer -dice Paredes-, hubo un Borbón que huyó de Francia y se eslableció allí dejando prole numerosa".

HIDALGOS O BASTARDOS
Pero en esto de las genealogías los interesados se encuentran con no pocas sorpresas. Los descendientes auténticos y legítimos de grandes familias españolas son pocos en el pais. Que se sepa, en Colombia ya no hay personas que provengan en linea directa de nobles españoles y que puedan ostentar ducados, condados o marquesados. Los Valencia, de Popayán, que han sido catalogados como descendientes del conde de Casa Valencia, Francisco Valencia Pontón -título otorgado el 20 de octubre de 1789- vienen, en realidad, de un hermano de este, Joaquín, que nunca tuvo título nobiliario. No ha habido muchos más títulos de estos en Colombia. Tan sólo se recuerdan el del marqués de San Jorge, concedido por el rey Carlos III en 1787 a Jorge Tadeo Lozano y Peralta, vecino de Santa Fe, y el del marqués de Valdehoyos, otorgado por el rey Fernando VI a Fernando de Hoyos, quien se casó en Cartagena con Josefa Tomasa Fernández de Miranda. En los casos mencionados, los descendientes colaterales de Lozano y Hoyos pueden hacer algún tipo de asociación con sangre azul. Pero esto no es frecuente. La verdad es que fueron muy pocos los españoles de algún rango que vinieron a América. La gran mayoría eran desempleados o aventureros que no tenían mucho porvenir en la madre patria. "Lo curioso es que todo el mundo se pone feliz de encontrar un ancestro español, aunque haya sido un simple campesino plebeyo de Galicia o Andalucía", dijo a SEMANA un conocedor del tema. Aun los que descubren que descienden de una familia con un escudo pueden recibir un baldado de agua fría. Sobre todo por el yelmo. Al respecto, Paredes comenta: "Algunas personas se sienten felices cuando encuentran escudo de su apellido y hasta se imaginan sentados a la mesa con la reina Isabel. Pero no saben que si el yelmo mira hacia la derecha del que observa se trata del escudo de un bastardo. Es normal, o legítimo, cuando el yelmo mira hacia la izquierda. El del rey mira hacia el frente". Por supuesto, la mayoría de los colombianos que tienen escudo poseen el yelmo mirando hacia la izquierda. La inmensa mayoría de los apellidos que hay en Colombia son hidalgos, es decir, originados en hijos de alguien conocido. Pero no nobles. ¿Qué más datos comprende un estudio genealógico? El origen del apellido, su significado, la región de la que proviene, su escudo, información acerca de la primera persona que lo empleó y de la primera que lo trajo a América. De cualquier manera, pernecer a la línea bastarda, natural o legítima de un apellido ya es un buen resultado frente a lo que encuentra la mayoría de los que buscan el origen de su estirpe. Sólo en poquísimos casos se puede establecer la relación entre un apellido en Colombia y su correspondiente en España. Pero eso no es nada: por la falta de partidas eclesiásticas y de documentos fidedignos, todavía en menos ocasiones es posible establecer de dónde desciende un colombiano. Lo interesante de esta fiebre es que por fin, y para felicidad de muchos historiadores que aman y se desvelan por la madre patria, los colombianos están tomando conciencia de que, para bien o para mal, tienen una cultura hispanica común, criticada por algunos enemigos de todo lo español durante estos 183 años de Independencia.

El origen de los apellidos
SI BIEN POCAS VECES LOS EStudios genealógicos logran relacionar a los colombianos con sus lejanos parientes españoles, sí pueden determinar el origen de cualquier apellido. En ciertos casos, sin embargo, cuando los interesados suministran al investigador partidas de bautismo y otros documentos notariales, es posible ubicar a los primos al otro lado del mar. De cualquier manera, lo cierto es que los apellidos colombianos son casi todos de origen español y, en menor grado, de otros países europeos, como Francia, Portugal o ltalia. Los hay de origen vasco, como Echavarría, Zamorano, Urrutia, Norzagaray, Lequerica, Barberena, lragorri y Lizarralde. De origen castellano, como Ortiz, Montes, Villalobos, Reinoso, Mendoza, Aparicio y Vargas. De origen gallego, como Castro, Neira, Mosquera, Varela y Vasco. De estirpe mora, como Mejía y Jaramillo. De remoto origen francés, como Bernal, Merchán y Betancur. Y hasta de origen germánico, como Guzmán, que significa "buen hombre". De ancestro indígena están apellidos tales como Cipagauta, Bogotá, Fetecua, Piraquive y Fontibón. En principio los apellidos fueron topónimos, es decir, se derivaron de un lugar. A quien, por ejemplo, habitaba la heredad de Triana, se le dio ese apellido. Herrero y Zapatero indican la labor de la familia. Cerro, Lago, Serrano, Montes o Marino, lugares naturales. Y Bueno, Gentil o Caballero, cualidades personales. Pero la mayoría de apellidos españoles y los colombianos, provienen de las denominaciones de sitios en la península: Quesada, Lugo, Madrid, etcétera. También de la vida militar, como Castro, que en latín significa "campamento"; o de los prontuarios judiciales, como Jaramillo, que en árabe quiere decir "ladrón de caballos''. Otros apellidos son los llamados patronímicos, pues nacieron de un nombre. Alvarez surgió de Alvaro, López de Lope, Martínez de Martín. Por eso quienes llevan estos apellidos casi nunca son parientes entre sí. De genealogías colombianas existen pocos aunque importantísimos libros. Los más conocidos son el "Diccionario biográfico y genealógico del antiguo departamento del Cauca", de Gustavo Arboleda, "Heráldica colombiana", de Enrique Ortega Ricaurte; "Genealogías de Santafé de Bogotá", de Restrepo y Rivas; "Genealogías de Antioquia", de Gabriel Arango, y "Vascos en Colombia", de Francisco de Abrisqueta. Las únicas genealogías que son casi imposibles de averiguar son las indígenas, pues no quedó tradición escrita tras la llegada de los españoles y casi poco o nada se sabe de los apellidos americanos que subsisten.

¿Quiénes son los cachacos de verdad?
CADA VEZ QUE SE HABLA DE las familias tradicionales de Bogotá se hace una lista dentro de la que se mencionan apellidos como Umaña, Holguín, Rivas, Pardo, Mallarino, Carrizosa, Pombo, Urrutia, Triana, Lleras y Samper. Pero lo que muchos no saben es que, cuando llegaron a América, estas familias no lo hicieron directamente a la capital, adonde casi todas terminaron por fijar su residencia entre los siglos XVIII y XIX. Según pudo averiguar SEMANA, los Umaña son oriundos de Tunja (Boyacá) y de San Gil (Santander). Los Holguín, de Cali y Buga (Valle). Los Rivas, de Cartago (Valle). Los Pardo, de Ciudad de Panamá y Santa Fe de Antioquia. Los Mallarino, de Nóvita (Chocó) y Cali. Los Carrizosa, de San Gil y Girón (Santander). Los Pombo y los Urrutia, de Popayán (Cauca). Los Triana, de Chocontá y Zipaquirá (Cundinamarca). Los Lleras, de Panamá, y los Samper, de Guaduas (Cundinamarca). Pero entonces, ¿cuáles son los cachacos de raíz? ¿Cuáles los grupos familiares que tras su viaje de España desempacaron maletas en Bogotá? De acuerdo con un estudio elaborado hace varios años por Raimundo Rivas, la primera familia que se asentó en la capital fue la Venegas, en 1538. Su tronco fue un compañero de Gonzalo Jiménez de Quesada llamado Hernán Venegas Carrillo Manosalvas, que fue alcalde de Santafé entre 1542 y 1543. Luego llegaron, procedentes de la península, otras familias. Los Vergara viajaron desde Cádiz y arribaron en 1623. Los Ricaurte, desde Salamanca (1670). Los Sanz de Santamaría, desde Sorzano, Logroño (1688). Los Groot, desde Sevilla (1750). Los Nariño, desde Santiago, Galicia (1750). Los Escallón, desde Trujillo, Extremadura (1765). Los Caro, desde Isla de León (1774), y los Uricoechea, desde Bilbao (1784). Hubo, sin embargo, otras familias que vinieron de países distintos a España. Es el caso de los Brush, originarios de Londres y que, tras una escala en México, llegaron a Bogotá en 1819; y de los De Brigard, polacos, que se establecieron en la ciudad alrededor de 1840. De suerte que si antes se decía que lo menos frecuente en Bogotá eran los bogotanos, ahora, con este auge de investigaciones genealógicas, el porcentaje de cachacos raizales se reduce aún más.

La gente bien. Artículo 28 de diciembre de 1987, Revista Semana

REVISTA SEMANA

LA GENTE BIEN.

SEMANA tercia en la polémica sobre la "aristocracia" en Bogotá. "Holguines, Pombos, Umañas, Bordas, Calderones, Carrizosas, Urrutias, Salazares, etc.",es, la enumeración de los apellidos de prosapia bogotana, que aparece en un extenso artículo publicado por El Tiempo el pasado domingo 15 de noviembre.

El inocente "etc." que su autor, Plínio Apuleyo Mendoza, colocó al final de su corta lista, causó por enésima vez la polémica sobre los apellidos "aristócratas" de Bogotá. El primero en terciar fue el experto social, Poncho Rentería, quien asumió la representación de varios "etcéteras" para poner el grito en el cielo ante semejante tala de árboles genealógicos realizada desde las páginas del matutino bogotano. Más tarde terció en la polémica, Hernando Giraldo, columnista de El Espectador y antiguo genealogista, quien quizo pontificar y les recomendó a "Plinio de Toca y a Poncho de Tuluá" la lectura de los libros "Haciendas de la Sabana" de Camilo Pardo Umaña y "El Barrio de La Candelaria" de Ernesto Cortés Ahumada, obras que según Hernando de Neira, son la biblia genealógica de la aristocracia santafereña.

SEMANA se puso en la tarea de conseguir los libros recomendados por Giraldo y encontró datos curiosos sobre los tradicionales apellidos "candelarios" y cómo fue la "incorización" de la Sabana de Bogotá.

El libro de Pardo Umaña fue publicado en 1946 por Editorial Kelly y con el infaltable prologo de ese gran prosista, Hernando Téllez. "Haciendas de la Sabana", su historia, sus leyendas y tradiciones, hace un recuento de las sucesivas particiones de los fundos sabaneros desde la Conquista hasta 1945, y allí aparecen, ligados a las haciendas, los más importantes apellidos santafereños. De las 299 fincas mencionadas en el libro, su autor hace mención especial de 30 y de allí hemos escogido las más importantes.

La Dehesa de Bogotá
Sin duda alguna, la más importante y más extensa de las haciendas fue La "Dehesa de Bogotá". El Alférez Real Antón de Olalla, casado con doña María de Orrego y Valdaya, de la nobleza de Portugal, fueron los padres de doña Gerónima de Orrego y Castro, quien pasó a la historia con el nombre de la "Encomendera", y sobre ella se fundó el mayorazgo. Doña Gerónima se casó con el almirante don Francisco Maldonado de Mendoza. El mayorazgo constituido sobre la llamada "Dehesa de Bogotá", lo formaban extensas tierras situadas en los actuales municipios de Funza, Madrid y Mosquera, y fue creciendo más y más en las sucesivas generaciones hasta el extremo de que, en la segunda mitad del Siglo XVIII, fueron dueños de la casi cuarta parte de la extensión de la Sabana de Bogotá.

La octava generación de este mayorazgo recayó sobre el heredero directo don Jorge Miguel Lozano de Peralta y Varáez Maldonado de Mendoza y Olalla, quien nació en 1730 y se convirtió en el primer Marqués de San Jorge. Don Jorge Miguel se casó con doña María Tadea González Manrique del Frago Bonis, con la cual tuvo 10 hijos, de los que vale la pena citar a José María, quien heredó el mayorazgo y fue el segundo Marqués de San Jorge; Jorge Tadeo, quien fue prócer de la Independencia y fusilado por Morillo en 1816; y doña Clemencia, quien se casó a disgusto con don Juan Esteban Ricaurte y tuvieron 3 hijos: Ignacio, Manuel y Antonio, este último fue el Héroe de San Mateo. El mayor, Ignacio, se casó con Isabel Lago de Castillo, descendiente del Marqués de Surba, "una de sus hijas abandonó la casa paterna y se casó con un fulano de apellido Olaya. De este matrimonio nació Justiniano Olaya Ricaurte, padre del ex presidente de la República doctor Enrique Olaya Herrera, en quien se reunieron así las sangres de los principales títulos nobiliarios criollos y de los aborígenes chibchas, mitad y mitad".

Camilo Pardo Umaña emite este juicio sobre el Marqués de San Jorge: "fue un personaje supremamente interesante y muy calumniado por algunos historiadores. En los 61 años y 8 meses que mantuvo de vida, se mostró siempre orgulloso--no sin razón poseyó esta escasa virtud, tan confundida con el ridículo vicio de la vanidad--y fue siempre hombre malgeniado, pleitista, buscarruidos, de carácter quisquilloso y difícil, todo lo cual le valió no pocos sinsabores, que culminaron en la cárcel primero y luego con la muerte en Cartagena, alejado de su casa y de los suyos".

A la muerte del Marqués, ocurrida en agosto de 1793, su primogénito José María puso a paz y salvo el título nobiliario, y por falta de descendencia, el marquesado de San Jorge desapareció al morir en 1832.

Hato Grande
Hato Grande, que actualmente es propiedad de la Presidencia de la República, tuvo como primer propietario al conquistador Juan Muñoz de Collantes y posteriormente lo fueron Juan Silva de Collantes, hasta llegar a don Francisco Sanz de Santamaría quien se la vendió a don Luis Caicedo y Flórez. Más tarde la compró don Estanislao Gutiérrez quien se la vendió al presbítero español don Pedro Martínez Bujanda, cura de Cajicá, quien era su propietario en 1819. A raíz del triunfo patriota el presbítero español "salió desterrado por la vía de los Llanos y nunca más se volvió a saber de él. La hacienda fue luego confiscada y pasó a ser propiedad del general Francisco de Paula Santander, a quien le fue adjudicada por el gobierno junto con una casa situada en la primera Calle Real, en pago de 20 mil pesos que había facilitado, de sus propios haberes, para la causa de la Independencia". Sus herederos la conservaron después de su muerte y en 1857 la sacaron a remate y la compró don Gregorio Rodríguez Martínez, quien poco después la vendió a los señores Antonio María y José Asunción Silva Fortoul, solterones empedernidos. En 1884 pasó a ser propiedad de los Suárez Fortoul, quienes la vendieron al antioqueño José María Sierra--Pepe Sierra--y cuyos sucesores la conservaban en 1945, año en el que Pardo Umaña escribió su libro.

Yerbabuena Lorenzo Marroquín de La Sierra, español que llegó a Santa Fe en 1786 y 21 años después en 1807 compró la hacienda por 32 mil pesos de 8 décimos. A raíz del triunfo patriota, don Lorenzo regresó a su patria y dejó la hacienda en manos de sus herederos. Su hijo José María, quien se casó con doña Trinidad Ricaurte y Nariño, fueron los padres de José Manuel Marroquín que llegaría a ser presidente de la República. No había cumplido un año el niño Marroquín cuando misteriosamente su madre doña Trinidad desapareció, dando lugar a una de las leyendas más conocidas de la Sabana. José Manuel quedó a cargo de sus tios, el matrimonio Grajales-Marroquín, ya que su padre se dedicó a rumiar su soledad y su pena, aumentada cuando su hijita Inés, falleció muy joven en 1829. José Manuel se crió en esta hacienda y en sus obras literarias la evoca con nostalgia. Agradecido por la educación que le dieron sus tíos, fundó un colegio que funcionó en Yerbabuena en donde se educaron destacados jóvenes de la época. En 1851 inició labores el nuevo plantel con los siguientes alumnos: Ramón Grajales, Eugenio y Benito Escallón, Luis Nieto, Félix y Manuel Pardo Roche, Bernardino y Pedro Alvarez, Luis y Juan José Borda, Ricardo y Santiago Cheyne, Pantaleón y José Gregorio Gutiérrez Ponce, Javier Junguito, Nicolás Osorio, Santiago Ospina, Manuel Sáiz, Ignacio y Urbano Sandino, y Camilo Valenzuela. Su famoso "Castillo Marroquín" comenzó a construirse a finales del siglo pasado, con base a los planos de un castillo europeo, y se inauguró en los primeros años de este siglo. Yerbabuena la heredó su hijo Andrés Marroquín y su esposa María Teresa Gómez Sáiz, y posteriormente la vendieron a Howel Hughes, quien en 1945 figuraba como su propietario.

Otras haciendas
"Tibavita" y "Fusca", quedaban situadas entre Usaquén y el Puente del Común. La primera,"Tibavita", ha tenido entre otros dueños a Ignacio Sanz de Santamaria, (1775), en 1840 perteneció a don José María Plata y ya en 1928 figuró como dueño Mario Rocha Galvis. La hacienda de "Fusca" la hizo famosa El Libertador Bolívar en la navidad de 1827 y comienzo de 1828, por las fiestas que allí se llevaron a cabo. En 1840 fue adquirida por don José Mamerto Nieto, en 1919 su dueño era don Mauricio Tamayo y en 1945 pertenecía a sus herederos, don Ramón Tamayo Torrevella y su esposa Sofía Londoño.

"Fagua" fue de propiedad de don Gabriel Murillo y Cabrera, hijo del famoso pintor de Inmaculadas, Bartolomé Esteban Murillo, a comienzos de 1700. Su propietario en 1945, cerca de 250 años después, era el doctor Jorge E. Cavelier. "La Estancia", que a finales del Siglo XVIII pertenecía a Juan Nariño, hermano del Precursor, fue comprada en 1916 por don José Umaña Díaz. La hacienda "Casablanca", que perteneció durante 7 generaciones a la familia Vergara, fue comprada por José María Gómez Restrepo, y sus sucesores la vendieron a comienzos de este siglo a Pepe Sierra. La hacienda "Cortés" perteneció a la familia Umaña desde agosto de 1763 cuando la adquirió Juan Agustín de Umaña. "El Rosal", en Subachoque, perteneció a Bernabé Matiz Umaña; "Chamicera" perteneció a Eusebio Umaña Manzaneque; "Canoas" perteneció a Sabas de Uricoechea, en la Colonia y a José Martín Urdaneta Camero en la República. En 1945 su propietario era Nicolás Gómez Dávila. "Fute" perteneció a Ignacio Quijano a finales del siglo XVIII, después a José María Urdaneta y en 1945 a los herederos de Pablo de Valenzuela Suárez. "Buenavista" fue de Alberto Urdaneta y en 1945 perteneció a doña Mariela Gutiérrez viuda de Durán.

La hacienda "Tequendama" perteneció siempre a la familia Umaña. En 1774 la adquirió don Juan Agustín Umaña. "Boyero" que fue comprada al Marqués de San Jorge por don Rufino Cuervo Barreto en 1830 y luego la heredaron sus hijos, entre ellos Rufino José Cuervo. Don Rufino rompió la tradición del patio interior de las tradicionales casonas sabaneras. Al preguntársele a don Rufino qué había pasado con el patio, respondió: "Patio, desde aquí a Bogotá. ¿ O quiere más?.

Las haciendas de hoy

De las 30 haciendas a las que Camilo Pardo Umaña les dedica espacio en su libro, hoy ninguna se encuentra completa. Los viejos fundos de la Sabana han sido "incorados" por el progreso y la belleza del panorama, que tanto cantaron los viejos santafereños, se encuentran hoy cubiertas por los enormes plásticos de los cultivadores de flores y se han convertido en las fincas de recreo de los emergentes, que sólo disfrutan sus innumerable escoltas.

El epicentro de La Candelaria
Pero las haciendas de la Sabana no son el único parámetro del "quién es quién" bogotano. El Barrio de La Candelaria también nos da información.

El virrey don Manuel Guirior, cumpliendo órdenes del Rey Carlos III, dictó el 10 de noviembre de 1774 una instrucción mediante la cual dividió a Santa Fe en 4 cuarteles y 8 barrios; 2 de ellos, la Catedral y el Príncipe, se fusionaron y dieron origen al más famoso de los barrios que en Bogotá han sido: La Candelaria. Este es el origen que le señala en su libro Ernesto Cortés Ahumada.

Considerado el Barrio de La Candelaria como el epicentro cultural de la Colonia, la Independencia y la República, Cortés Ahumada trae una lista detallada de los nombres que tuvieron sus calles y sus correspondientes en la actualidad; una larga crónica de Daniel Ortega Ricaurte, escrita para la celebración del Sesquicentenario de la Independencia, en la que nos cuenta quiénes vivieron en sólo tres cuadras de la actual calle 11, entre las carrera 1a a la 7a; un Padrón de los vecinos de La Candelaria, tomando el año de 1810 como base, y una lista del establecimiento de las principales familias en Santa Fe de Bogotá entre 1538 y 1850.

Curiosamente en esta lista, que consta de 200 familias, de los 8 apellidos que cita Plinio Apuleyo Mendoza en el artículo que inició la polémica sólo 4 de ellos figuran: los Umañas, los Pombos, los Carrizosas y los Holguines. Los primeros de ellos aparecen, como llegados a Santa Fe en 1780 y figura como la familia establecida número 103; los Pombos llegaron en 1804, en el número 139; los Carrizosas figuran en el puesto número 178, llegados 30 años después; y los Holguines, figuran como la familia 196, llegada de Novita, Choco, en 1847.

Los apellidos ilustres
Dentro de las dos enumeraciones realizadas por Cortés Ahumada en su libro de los apellidos tradicionales, figuran en primer lugar las de la Independencia y la Colonia: "Gallardos, Villamizares, Caycedos, Acostas, Ricaurtes, Ortices (sic), Vergaras, Bohórquez, Guarines, Lozanos, Galvis, Omañas, Arellanos, Ayalas, Tamayos, Nariños, Vásquez, Ugartes, Oteros, Ortegas, Groot, Gutiérrez, Barayas, Umañas, Santamarías, González, Manriques, Valenzuelas Urdanetas.. . " (Pág. 122). Más adelante aparece otra enumeración de los apellidos, que según el autor, constituían la flor y nata del Barrio de La Candelaria: "Los Esguerras, los Guzmanes, los Rodríguez Fonnegras, los Pinto Valderramas, los Manriques, lo Vergaras, los Samperes, los Bermúdez, los Valenzuelas, los Cárdenas, los Caros, los Mendozas, los Carrizosas, los Caballeros, los Moures, los Ortiz, los Silvas, los De Brigard, los Torres, los Ayas, los Santamarías, los Montañas, los Ruedas, los Casas, los Vargas, los Restrepos, los Briceños, los De Guzmán, los Ordóñez de Santamaría, los Uricoecheas, Lleras, los Fernández, los Barreras, los Pombos, los Carrasquillas, los Portocarreros, los Rubios, los Sáiz, los Santos, los González Camargo, los Romeros..." (Pág. 221).

Aunque las enumeraciones realizadas por Cortés Ahumada terminan en unos simples puntos suspensivos, podemos notar que en la primera sólo figura uno de los apellidos de la lista de Plinio Apuleyo: Umaña; y en la segunda sólo aparecen dos: Umaña y Carrizosa.

Si realmente los libros recomendados por Hernando Giraldo son la biblia de la "aristocracia" santafereña, el apellido más ilustre que aún subsiste en Bogotá es el Umaña. En el libro "Haciendas de la Sabana", Umaña es el más mencionado y aparece desde la época colonial, quedando así demostrado que su caché le viene por punta y punta. Claro que se puede pensar válidamente que las múltiples menciones que de él se hace en el libro de las Haciendas, se debe a que su autor lleva este rancio apellido. ~

Quién es quien
El libro de Ernesto Cortés Ahumada, "El Barrio de La Candelaria", trae la lista de las principales 200 familias que se establecieron en Santa Fe de Bogotá entre 1538 y 1850. De ella seleccionamos 33 familias, el año en que llegaron y su lugar de procedencia.
Familia Año Procedencia Ricaurte 1670 Castilla, España Sáinz de Santamaría 1686 Logroño, España Herrera Sotomayor 1693 Vélez, N.R. de Granada Ortega 1719 Lima, V. del Perú Rivas 1741 Cartago, N. R. de Granada Portocarrero 1745 Aragón, España Espinosa 1752 Olivares, España Merizalde 1770 Quito, P. de Quito Zalamea 1770 Antequera, España Caro 1774 Isla de León, España Ponce de León 1776 Málaga, España Cualla 1780 Milán, Italia Umaña Barragán 1780 San Gil,N.R.de Granada Uricoechea 1784 Vizcaya, España Marroquín 1786 Santander, España Saiz 1790 Cuenca, España Herrán 1790 Santander, España Pardo 1792 Panamá, N.R. de Granada Urdaneta 1800 Cádiz, España Esguerra 1801 Bosa, N.R. de Granada Nieto 1803 Rioja, España Pombo 1804 Popayán, N.R. de Granada Cuervo 1809 Tibirita, N.R. de Granada Lleras 1811 Barcelona, España Camacho Roldán 1814 Chire, N.R. de Granada Restrepo Montoya 1821 Medellín, N.R. de Granada Montoya 1822 Rionegro, N.R. de Granada Carrizosa 1834 Barichara, N.R.de Granada Samper 1838 Guaduas, N.R. de Granada Brigard 1840 Varsovia, Polonia Valenzuela Suárez 1840 Girón, Nueva Granada Holguín 1847 Nóvita, Nueva Granada

Altillo del apartamento de mi abuela, Inés Durán García Herreros en el Barrio Chicó de Bogotá



Estas fotos me traen muchos recuerdos bonitos ya que pase gran parte de mi infancia en este altillo, que hacía parte del apartamento de mi abuela en el barrio el Chicó de Bogotá. Ese sitio tan acogedor en la noche se tornaba un poco miedoso, sobretodo cuando eramos niños ya que mi abuelo fué cazador y tenía varias cabezas de animales disecadas que parecían recobrar vida en la oscuridad.

Estas eran las escaleras que conducían al altillo y mi abuela tenía fotos de todos sus nietos en la pared.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Muebles pertenecientes a don Jorge Miguel Lozano de Peralta y Caicedo (Marqués de San Jorge) en manos de Javier Pardo de Castro, descendiente directo de la octava generación del Marqués.


Estos muebles estilo renacimiento pertenecieron a Jorge Miguel Lozano de Peralta y Caicedo, primer Marqués de San Jorge, en la actualidad en manos de Javier Pardo de Castro, por herencia de su abuela materna Inés Durán García Herreros, quien los heredó a su vez de su quinto abuelo materno, el mismo Marqués de San Jorge en la ciudad de Santafé de Bogotá (Colombia). Apróximadamente datan del siglo XVII,  y ocho generaciones de la misma familia han disfrutado de estos muebles.